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30 años de los Juegos Barcelona '92

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Discurso del día 21/07/2022

“La celebración de los 30 años de los Juegos es una magnífica ocasión para recuperar aquel espíritu de compromiso y colaboración y proyectarlo con fuerza hacia el futuro, al servicio de una ciudad que sale de la crisis más fuerte y que mira hacia atrás con orgullo y hacia delante con ilusión y ambición.”

 

 

Bienvenidos y bienvenidas a este acto de celebración del 30.º aniversario de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Barcelona ‘92, un acontecimiento histórico que marcó un hito deportivo y ciudadano en la historia de la ciudad y del país.

Fue un éxito de todos y todas que forma parte de la memoria colectiva.

El recuerdo compartido del pasado crea identidad y sentimiento de pertenencia, la conciencia de haber vivido, juntos y juntas, momentos históricos y retos extraordinarios.

Nuestra querida ciudad ha vivido de todo, pero sin duda uno de los recuerdos compartidos más alegres e inspiradores para Barcelona fue la organización de los Juegos Olímpicos de 1992.

Dejadme recordar una vez más los antecedentes: en 1986, cuando tiene lugar nuestra designación como sede olímpica, se escoge una ciudad mediterránea, que no es capital de Estado, pero que ya mostraba históricamente un anhelo olímpico.

Era una ciudad que pocos años atrás había recuperado la democracia y a la que todavía le dolían las heridas provocadas por la dictadura y por una industrialización hecha sin la garantía de los derechos fundamentales.

Fue en ese difícil contexto de los años ochenta cuando Barcelona decidió dar un paso adelante y reclamar su capacidad para organizar unos juegos olímpicos.

Era un proyecto tan ambicioso como ilusionante, un proyecto para el cual Barcelona tenía un trabajo ingente por delante, pero también una oportunidad única.

Y el resultado deslumbró al mundo.

Aquel 25 de julio de 1992, Barcelona dijo “hola” y millones de personas de todas partes descubrieron nuestra ciudad, nuestro país y nuestra mediterraneidad. Nos convertimos en el centro de atención y maravillamos a todo el mundo con una ceremonia inolvidable.  

Los Juegos fueron un ejemplo de excelencia y de éxito como pocas veces se ha visto en la historia de las olimpiadas, a un triple nivel: en primer lugar, fueron extraordinarios en su organización y ejecución, un modelo de trabajo basado en la colaboración entre la Administración y el sector privado, bajo un liderazgo público claro y firme. En segundo lugar, fueron extraordinarios desde el punto de vista deportivo, un impulso sin precedentes para el deporte de nuestro país. Y en tercer lugar, fueron extraordinarios desde el punto de vista de la transformación de la ciudad. Los Juegos sirvieron también para dignificar las periferias, para recomponer la ciudad, para abrirla al mar y para situarla en el mundo.

En definitiva, los Juegos descubrieron a todo el mundo una ciudad líder, que sabe hacer las cosas bien hechas, convencida de que podía y merecía jugar en la liga de las mejores ciudades del mundo.

Podemos decir, sin pecar de presuntuosos, que hay un antes y un después de los Juegos de Barcelona, para Barcelona y para los Juegos.

Por eso quiero dar las gracias a Narcís Serra, primer alcalde de la democracia y el audaz impulsor de la candidatura.

Y, por supuesto, a Pasqual Maragall, el alcalde que lo hizo posible y a quien tenemos que agradecer su éxito: una persona visionaria que supo rodearse de un gran equipo y que lideró todo el proyecto. Desde aquí quiero trasladarle mi gratitud y reconocimiento infinitos.

Igualmente, en nombre de la ciudad, quiero dar las gracias a todas las personas que lo hicisteis posible, algunas de ellas aquí presentes, desde ámbitos muy distintos.

Y quiero también aprovechar para destacar el extraordinario esfuerzo de unos protagonistas anónimos imprescindibles: los voluntarios y voluntarias.

Simbolizáis mejor que nadie el enorme entusiasmo popular y la explosión de ilusión colectiva que acompañó aquel acontecimiento, como no habíamos visto nunca. Y demostramos que, cuando conseguimos eso, somos imparables.

Nada habría sido posible sin vosotros y vosotras. Fuisteis ejemplos admirables del espíritu olímpico, los “amigos y amigas para siempre” de Barcelona. A todos y todas, una vez más, muchísimas gracias.

Asimismo, quiero recordar que Barcelona lideró, en 1992, la ola de solidaridad hacia la ciudad asediada de Sarajevo y que hoy, en unas circunstancias diferentes, pero igualmente trágicas, la ciudad vuelve a impulsar una respuesta solidaria en el drama de Ucrania.

 

Reivindicación en clave de futuro

Pasados 30 años, sigue siendo un placer rememorar aquellos momentos.  Pero muchas cosas han cambiado desde entonces.

Porque la Barcelona de hoy no es la misma que la de los años ochenta, ni tampoco lo es el mundo. Hoy nos enfrentamos a nuevos e ineludibles retos y tenemos que saber adelantarnos a los tiempos como hicimos entonces.

Tenemos el reto de construir una ciudad más justa, después de una grave crisis económica y otra sanitaria; el reto de hacer frente a la emergencia climática y construir una ciudad más sostenible, y el reto de impulsar una economía competitiva del siglo XXI, diversificada e innovadora, que nos reimpulse como ciudad líder.

Y ante los retos está el peligro de dejarse llevar por la nostalgia, por el recuerdo de un pasado idealizado que nos paralice y que nos encadene a hacer más de lo mismo, sin cambiar nada.

No es así como Barcelona encaró los Juegos Olímpicos, ni es así como ganaremos el futuro.

Hace falta reivindicar la ilusión de recuperar la ciudad y de reimpulsarla pensando en lo que queremos ser: una ciudad con menos contaminación y más verde, una ciudad con menos desigualdades y más oportunidades, una ciudad con menos especulación y más tecnología, una ciudad menos de pasado y más de futuro.

Es esta ciudad del futuro la que está demostrando una extraordinaria capacidad de atracción.

Cuatro acontecimientos de primer orden internacional han escogido Barcelona en el último año y medio, a pesar del difícil contexto que hemos vivido: el Integrated Systems Europe, el congreso de la industria audiovisual más importante del mundo; la Capitalidad Mundial de la Arquitectura; la bienal de arte contemporáneo Manifesta, y la Copa América de Vela.

A estos acontecimientos se suma el reconocimiento, ayer mismo, de Barcelona como sede permanente del Mobile World Congress. ¿Cuántas ciudades pueden lucir este balance?

Los Juegos de 1992 fueron la palanca necesaria para hacer posible la transformación. Hoy es al contrario: la transformación que ha llevado a cabo la ciudad es lo que ha facilitado acoger estos acontecimientos. Y eso es símbolo de madurez y de éxito.

En definitiva, Barcelona hoy es una ciudad con personalidad y proyecto propio que atrae como hace tiempo que no lo hacía.

Y lo hace en función de si los proyectos encajan con su modelo y si contribuyen a la ciudad que queremos. Es una ciudad que puede escoger y que sabe escoger de acuerdo con lo que quiere ser y lo que quiere hacer.

La celebración de los 30 años de los Juegos es una magnífica ocasión para recuperar aquel espíritu de compromiso y colaboración y proyectarlo con fuerza hacia el futuro, al servicio de una ciudad que sale de la crisis más fuerte y que mira hacia atrás con orgullo y hacia delante con ilusión y ambición.

¡Felicidades a todo el mundo por este aniversario!

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